Electric Love nunca falla: Así lo vivimos este 2025
Electric Love Festival
Coincidiendo con mi estancia en Salzburgo este mes, tuve la suerte de asistir al Electric Love Festival durante dos de sus tres jornadas. ELF es el festival de música electrónica más grande de Austria y tiene lugar en el Salzburgring, un circuito de carreras rodeado por esas colinas verde neón tan típicas del paisaje austriaco. Un sitio que, sinceramente, parece hecho a medida para algo así.
Este año, el festival desplegó siete escenarios diferentes, cada uno con su propia personalidad musical. El cartel de ELF’25 fue tan amplio como potente, con nombres de la talla de Hardwell, Steve Aoki y KSHMR, dominando el EDM, pero también con espacio para géneros como el DnB, el house melódico y el techno. Dicho eso, como amante del house y tech-house, me quedé con ganas de ver más representación de esos estilos, o incluso algunos nombres menos mainstream dentro de la escena techno (si hay algo que reprochar, sería eso).

Mi grupo y yo nos movimos sobre todo entre el MainStage y el Club Circus, donde el sonido fue de diez. Las frecuencias estaban muy bien balanceadas, con un bass potente pero controlado, como tiene que ser. Nada que objetar en ese sentido.
A nivel de show, el MainStage fue una locura. Pirotecnia, estructuras masivas y, sobre todo, luces. El despliegue de láseres, focos y efectos visuales fue tan bestia que en más de una ocasión nos quedamos simplemente mirando al cielo con la boca abierta. El equipo técnico se sacó un diez.
Uno de los sets que más nos sorprendió fue el de Marlon Hoffstadt, que actuó en una zona elevada del MainStage donde normalmente están los técnicos de luces. Ese formato más cercano al público, tipo Boiler Room, hizo que la energía del set fuera brutal. Y, para ser sincero, Hardwell también se llevó uno de los momentos top del festival. Su set fue una montaña rusa de estilos, ritmo y visuales perfectamente sincronizados.

Otro punto fuerte del festival fue el ambiente. La energía de la gente era contagiosa: todo el mundo estaba ahí con el mismo objetivo, pasarlo bien. Y eso, aunque parezca algo menor, marca la diferencia. Gran parte de esa buena vibra viene, seguramente, por la excelente organización: buses lanzadera gratuitos desde Salzburgo con una frecuencia impecable, puntos de información repartidos por todo el recinto, una gran variedad de food trucks (incluido uno de churros, lo cual se agradece a las 3 a.m.), y una logística general que funcionó como un reloj suizo.
Y para los más curiosos… hablemos de los baños. Sí, los baños. Lo definiría con tres palabras: “porta potties premium”. Siempre relativamente limpios, con personal revisándolos constantemente. Un pequeño gran detalle que suma muchos puntos cuando estás tantas horas en un festival.
En resumen, ELF’25 superó mis expectativas. No solo por la calidad de los artistas que me moría de ganas de ver (como Adrian Mills, Lilly Palmer, 999999999 o Novah), sino por lo fácil que fue disfrutar de todo gracias a una organización impecable y al buen rollo colectivo que se respiraba en cada rincón del Salzburgring.
